miércoles, 25 de diciembre de 2013

EL ENFOQUE CONDUCTUAL DEL AUTISMO




El enfoque conductual del autismo, más que centrarse en la etiología del problema, se concentra en las características conductuales de éste, con la finalidad de desarrollar estrategias de tratamiento objetivos y congruentes con problemas presentados por sujetos autistas.

Conductualmente se conceptualiza la sintomatología clínica del autista esencialmente como un empobrecimiento de repertorios conductuales, en términos del nivel de frecuencia y complejidad, debido al fracaso de los padres para reforzar o atender al niño en sus primeras interacciones con los adultos. En este sentido se explica el autismo con base en la teoría del reforzamiento, especificando que éste obedece a la ausencia de aspectos reforzantes en la situación social del niño (Ferster 1961).

El autismo es considerado como un desorden extremadamente grave de aculturación, resultado natural que empieza por cuestiones del reforzamiento deficiente en la primera infancia (Hamblin, Buckholdt, Ferritor, Kozloff y Blackwell 1976).

Las características conductuales fundamentales de los sujetos autistas han sido definidas en términos de:

Déficits sensoriales y afectivos. Consisten en el hecho de que la estimulación visual y auditiva del medio del niño no afecta su conducta de la manera normal. El niño autista aparentemente no escucha o no ve porque no hace caso a este tipo de estimulaciones. Sin embargo, es evidente que no existe un déficit sensorial real, ya que en ciertas ocasiones el niño manifiesta su agudeza visual y auditiva. En cuanto al déficit afectivo, se refiere a la indiferencia que muestra el niño con respecto al afecto que le demuestra la familia; no se ríe apropiadamente ni se muestra triste o deprimido.

Aislamiento. El niño autista parece vivir en un mundo propio donde las interacciones con personas y objetos no tienen significado; permanece la mayor parte del tiempo aislado de los que le rodean.

Autoestimulación. La conducta del niño se centra en conductas estereotipadas y repetitivas sin finalidad aparente, más que la estimulación sensorial. Ejemplos de estas conductas son el mecerse, girar objetos, realizar movimientos extraños con las manos y sostener la mirada en objetos.

Berrinches y autodestrucción. Frecuentemente el niño autista hace berrinches, que incluyen la agresión hacia los demás, por medio de patadas, rasguños, mordeduras y pellizcos. Además, puede manifestar conductas autodestructivas tales como golpearse la cabeza contra la pared, morderse y pellizcarse.

Déficits de lenguaje. La mayoría de los niños autistas son mudos, pero en ocasiones pueden tararear una melodía simple o emitir sonidos aislados. Otros tienen lenguaje, pero éste no es funcional, ya sea porque son ecolálicos o porque su habla no tiene sentido.

Una gran cantidad de estudios realizados en situaciones controladas han comprobado que estas características conductuales del autista están determinadas por aspectos ambientales específicos y que pueden ser desarrolladas o eliminadas, según sea el caso, proporcionando la estimulación ambiental requerida. También ha sido posible el establecimiento de respuestas verbales y no verbales, por medio del reforzamiento; la eliminación de conductas autodestructivas y de autoestimulación, por medio del tiempo fuera, extinción y sobrecorreción; la cooperación y contacto físico, por medio de modelamiento, etc.


En este sentido, no ha sido necesaria una teoría especial para explicar el problema del autismo, ya que los conceptos y principios desarrollados a partir de sujetos infrahumanos y humanos pueden ser aplicados, como una teoría general de la conducta, al problema del autismo, conceptualizando éste en términos de relaciones observables, funcionalmente definidas, sin hacer uso de contribuciones hipotéticas o sin reducir las  causas psicológicas del problema a factores biológicos.

De acuerdo con la teoría general de la conducta, el autismo se considera como un problema determinado por la interacción del sujeto con aspectos biológicos, físicos y sociales, los cuales, a su vez, interactúan entre sí, determinando de esta manera el grado de incidencia en el problema.

En este contexto es importante hacer referencia al papel del reforzamiento intermitente y la extinción de conductas adecuadas de los sujetos autistas; la historia del reforzamiento de conductas inadecuadas; la utilización indiscriminada del castigo, y de otros factores como la saciedad y la privación de reforzadores, que contribuyen indudablemente a la aparición del problema. De ahí que la trayectoria del enfoque conductual del autismo se centre en elaborar técnicas especiales de entrenamiento y preparar ambientes psicológicos especiales para este tipo de sujetos.

Fester, C. B. y De Myer, M. K., “The development of performances in autistic children in a automatically controllrd environment”, en Journal of Chronic Diseases, 13, 1962, págs. 321-345

Hamblin, L. K., Buckholdt, D., Ferritor, D., Kozloff, M. y Blackwell, L., Los procesos de humanización. Un análisisis social y conductual de los problemas infantiles, Fontanela, Barcelona, 1976, págs. 163-191.

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